L.Q.Q.D.M

Sobre "Lo que queda de mí" sólo puedo decir que es lo que va pasando por mi intrincada mente, un tanto loca de vez en cuando...
La mayoría de entradas obviamente son mías, el resto canciones o algo que me haya marcado de alguna forma.
Gracias por pasar unos minutos perdiendo el tiempo por estos delirios, espero que os guste y tanto si es así como si no, comentad por favor.
Besos.
*Rusa*

sábado, 29 de diciembre de 2012

Despedida 2012

Quiero despedir el año con buenas sensaciones y recuerdos del ultimo mes...

La primera, fue una llamada inesperada, de alguien inesperado y en un momento inesperado. Esta llamada fue de una vieja y gran amiga, con la que no hablaba desde hacía meses, cuando volvía una fría noche de la Universidad. He de decir que me alegró enormemente oir su voz. Esa con la que hablaba cada día, la que me contaba sus confidencias, sus inquietudes, sus locuras. Esa voz que me daba soluciones, ánimo, y a veces regañinas. Esa amiga que siempre estuvo ahí, hasta que un giro en el destino hizo que nuestras vidas tomaran caminos muy distintos. Aunque en parte siempre está conmigo. ¿Qué por qué no hablamos más? Ojalá lo supiera... ¿Orgullo? ¿Pereza? ¿Indiferencia? O igual es que ya no hay nada de qué hablar...
Te echo de menos pequeña. Pasamos tantas cosas, tantos años, tantos desafíos... Sé que nada es como antes, y que posiblemente no volverá a serlo, pero pase lo que pase, sabes que te quiero.

La segunda fue una sonrisa  tan dulce y sincera que dejó huella en mi interior. Era la Fiesta de Navidad en mi lugar de prácticas de la universidad cuando me pidieron que vigilara que un niño no entrara en la cocina. Él no estaba tan pendiente de los Reyes Magos ni de los regalos como los demás, se sentaba en el suelo a la entrada de la cocina y allí jugaba solo. Decidí levantarle para que disfrutara con los niños de la fiesta, pero constantemente volvía a sentarse en el suelo. Viendo que no me hacía caso, empecé a hacerle cosquillas, y se rió de una forma tan encantadora que no tardé más de 10 segundos en coger un enorme cariño a ese pequeño del suelo. Cuando paré con el juego, se abrazó a mi cuello, y saltando, se abrazó a mi para no soltarme en buena parte del día. Puede parecer algo simple, pero hacerle reír me pareció lo más bonito que había hecho en un tiempo. Y su abrazó me trasmitió tanto cariño… que estoy deseando que acaben las vacaciones para volver a verle.

La tercera ocurrió al volver de un largo y horrible día de estudio. Llevaba más de 12 horas fuera de casa, estaba cansada y de mal humor, con ganas de llorar, maldecir el mundo y dormir hasta que pasasen uno o dos meses mínimo. Tras un atasco enorme, por fin llegué a casa, sin la menor alegría, con un humor como el día lluvioso que me acompañaba. Entonces, me recibió como siempre mi pequeña perrita, siempre alegre de verme, siempre con ganas de jugar. Le di una pequeña caricia, fui directa a mi cuarto y, cómo no, ella me siguió con su juguete en la boca para que le dedicase unos minutos de mi tiempo. Qué menos cuando ella me ha esperado todo el día aguardando mi regreso. Pues ese simple gesto bastó para borrar mi mal humor de un plumazo y hacerme sonreír. Y hablando de perros, otra experiencia maravillosa fue acoger un cachorrito de la perrera. Sólo estuvo en casa el fin de semana, pero en ese tiempo me enamoré. Con su cuerpo rechoncho, su rabillo de cerdo, su carita de no haber roto un plato, su forma de seguirme y dormirse en los brazos… Si tuviese tiempo y dinero, ahora seríamos más en la familia. Lo bueno de todo esto es que Lenon ya tiene un hogar donde le quieren y le cuidan como se merece.
La cuarta, es, como no, el apoyo incondicional de los amigos, su comprensión, la buena compañía, la no necesidad de dar explicaciones... La amistad.
Y con lo último que me quedo de este año, es el amor inacabable y mágico que siento. Cerca de los tres años, hago balance y sólo puedo darte las gracias por todos los buenos momentos que me haces pasar, los buenos recuerdos que dejan huella, los besos que se tatúan en mi piel, los te quieros que hacen eco en mis oídos… Te quiero Jose. ♥





miércoles, 26 de diciembre de 2012

Por Navidad...

No compres una mascota. ADOPTA


No compres ese perro

No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios de terapia personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.

Sé que tus niños quieren un perro. Que les hace una ilusión enorme y te dan la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo, te hace babear cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar de tu legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo en el futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por las que has pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para tu mujer. Tal vez para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.

Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido cinco perros, así que calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra. He dicho muchas veces que ningún ser humano vale lo que un buen perro. Cuando uno de nosotros muere, no se pierde gran cosa. La vida me dio esa certeza. Pero cuando desaparece un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio.

Es muy posible, naturalmente, que aciertes. Que, tras pensarlo bien, tomes la decisión y asumas las consecuencias con feliz resultado. Que comprar un perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un acierto. Que su compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más conscientes de ciertas cosas. A menudo, un perro acaba haciéndote mejor persona. Te hace sentir cosas que antes no sentías. Sin embargo, no siempre es así. Un perro en el lugar inadecuado puede volverse un drama. Una incomodidad para ti y los tuyos. Y una tragedia para él.

Permíteme imaginar lo que podría ocurrir. Que vayas a la tienda, elijas a un perrito delicioso, y eso te valga gritos de alegría y besos familiares. No hay nada tan simpático como un cachorrillo. Al principio todo serán incidentes graciosos y situaciones tiernas. Luego, si vives en piso pequeño o lugar inadecuado, las cosas pueden ser diferentes. Un perro exige cuidados, gastos, paseos, limpieza, comida. No aparece y desaparece cuando conviene. Es un miembro de la familia con derechos y necesidades, que exige pensar en él cuando se planean vacaciones, e incluso una simple salida al cine o a un restaurante. A eso añádele la educación. Un perro mal educado puede convertirse en una pesadilla familiar y social. Además, cada uno, como las personas, tiene su carácter. Punto de vista y maneras. Eso exige un respeto que no todos los humanos somos capaces de comprender.

A estas alturas, sabes dónde voy a parar. Si eres de esa materia miserable de la que estamos hechos buena parte de los seres humanos, acabarás abandonándolo. Un viaje en coche a un campo lejano, una gasolinera, una cuneta. Abrir la puerta para que baje y seguir tu camino, acelerando sin atender los ladridos del chucho que correrá tras el automóvil hasta quedar exhausto, desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba de romperse para siempre. El resto no hace falta que lo detalle, pues lo sabes de sobra: él nunca lo haría, y todo eso. Los niños preguntando dónde está el perrito, papi, y tú oyendo aún esos ladridos que dejabas atrás. Avergonzado de ti mismo, o tal vez no. Ya dije antes que un rasgo del perfecto hijo de puta es arreglárselas para que sus actos acaben por no avergonzarlo en absoluto. Así que voy a pedirte un favor. Por ti, por mí, por tus hijos. Antes de ir a la tienda de mascotas esta Navidad, mírate al espejo. Y si no te convence lo que ves, mejor les compras un peluche.